Hipoteca inversa

También conocida como pensión hipotecaria, el particular recibe una cantidad de dinero mensual a cambio de la propiedad de su vivienda, manteniendo la misma hasta su fallecimiento. Al principio se ofrece la posibilidad de cobrar una suma puntual inicial (para los gastos del contrato, las mejoras y reformas en la vivienda) y después se reciben cantidades periódicas, pudiendo llegar hasta el 90% de la tasación inicial de la vivienda. El contrato se celebra bien como renta temporal (hasta el valor de la vivienda pactado) o vitalicia (para continuar cobrando mientras se viva, cobrando cantidades menores y por ello, contratando un seguro para garantizar dicha cobertura vitalicia). Esta hipoteca inversa se contrata normalmente con el seguro adicional

Hipoteca pensión

De un lado se contrata un crédito hipotecario y de otro, se utiliza el dinero obtenido para contratar una pensión vitalicia. La hipoteca debe estar en periodo de carencia hasta el fallecimiento del propietario, es decir; cuando sus herederos eligen asumir la deuda o hacer frente a la misma con el inmueble. Los intereses de la hipoteca suelen ser asumidos por el propietario con parte de la pensión. La pensión dependerá del montante de la hipoteca, existiendo la llamada renta creciente para paliar la pérdida de poder adquisitivo. A diferencia de la hipoteca inversa (65 o 70 años), la hipoteca pensión suele exigir una edad mínima para su contratación más elevada pero también niveles de renta algo superiores. En este caso, la vivienda deja de pertenecer al rentista (quien deja de ser el nudo propietario), por lo que también se libra de los gastos (IBI, comunidad, tasas, seguros, etc)

La cesión para el alquiler

Este producto se ofrece en el mercado español como alternativa a las opciones anteriores, con las que resulta difícilmente comparable. Esta figura suele partir del deseo del propietario de la vivienda de habitar en una residencia para encontrarse tutelado o por necesitar ciertos cuidados adecuados a su estado físico. El propietario cede su vivienda a una entidad que se la alquila (como a la Empresa Pública de Alquiler o el IVIMA), conservando la propiedad y siendo asumidos los gastos de mantenimiento y reparación por la entidad que recibe la cesión y se la gestiona. Con la renta obtenida, que suele ser inferior al precio de mercado, el propietario cubre su estancia en la residencia. Las entidades ofrecen soluciones intermedias entre todas las opciones expuestas, que dependerán de la edad del sujeto, su esperanza de vida, su sexo (la mujer es más longeva) y, por supuesto, el valor de la vivienda